Situado en el Poblado de Pescadores, a escasos kilómetros de la Ciudad del Compromiso encontramos el modesto taller de instrumentos tradicionales de Pablo Morales.
En el se trata con cariño y esmero la materia prima, que poco a poco con la maquinaria y proceso especifico necesario, irá tomando forma de instrumento musical.
El oficio de luthier es esculpir instrumentos. O al menos, así es como lo entiende Pablo Morales.
“Siempre me ha gustado la música folk. Desde pequeño la escuchaba y sentía curiosidad por los instrumentos y quienes los hacían sonar así, quería saber cómo podría yo hacer lo mismo”, cuenta este joven licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Valencia que aplica sus conocimientos artísticos a la fabricación artesanal de instrumentos.
Pero el saber de gubias, tornos y proporciones no lo es todo en este arte. Y Pablo lo sabe bien: “Hay que ir probando y descubriendo cuáles son las medidas exactas que hacen que el instrumento suene perfecto, la afinación adecuada, cuáles son los mejores materiales…”. Junto a la formación, el autoaprendizaje y la curiosidad son dos patas fundamentales de la mesa de su taller. Esos valores le han llevado a ensayar, probar y cambiar sus creaciones hasta dar con la versión idónea que cubra sus necesidades como músico. Y también a conocer artesanos y luthieres de larga trayectoria con los que ampliar conocimientos y establecer sinergias. Porque así son los oficios: se aprenden ejerciéndolos y se perpetúan transmitiéndolos.
La cuarta pata que sostiene su trabajo y la que le da sentido es la tradición. Sin el respeto al ayer y sin conocer de dónde vienen sus gaitas y dulzainas, su labor no tendría sentido. “La gaita de Boto, la aragonesa, es la única que lleva vestido”, dice mientras relata con pasión el origen de este traje. Pero conocer la tradición y mantenerse fiel a ella no significa dar la espalda al mañana. Por eso, Pablo, además de ahondar en los modos del pasado y hacerlos suyos, invierte en el futuro y apuesta por la innovación (respetando las costumbres) para que todo ese legado que él bien conoce no caiga en el olvido.
La música es, desde hace siglos, uno de los mejores vehículos para contar historias y transmitir emociones. Y el folclore, una de las vías para reivindicar la cultura de un pueblo. Unir ambas a través de la artesanía fabricada con cariño y buen hacer es el mejor camino para preservar la tradición musical aragonesa. Eso es, precisamente, lo que hace Pablo Morales, el escultor del sonido.